La narrativa : apuntes sobre novelistas sevillanos / Julio M. de la Rosa
Tipo de material: TextoSeries Cosas de Sevilla ; 13Detalles de publicación: Sevilla : Grupo Andaluz de Ediciones Repiso Lorenzo, 1981 Descripción: 82 p. ; 17 cmISBN: 8485894154Tema(s): Escritores españoles -- Historia y crítica -- Sevilla -- 18..-19 | Análisis del discurso narrativoResumen: Al comenzar la década de los 60, novelistas sevillanos se incorporan al marco de la novela española. Y aquellos novelistas poseían una nota básica, diferencial, sobre la cual la casi totalidad de los narradores del Sur coincidirían después: el cuido por la escritura, la voluntad de estilo, el distintivo formal, características comunes que alentaron a ciertos críticos, ya en los años 70, a la denominación excesiva de "escuela de la mirada". En cierto modo escribir novelas significa una fuerte dosis de soledad, casi de locura o, al menos, de terca paciencia. Carlos Fuentes tiene razón: hace falta estar algo desnivelado de la azotea para encerrarse en una soledad que ni siquiera posee la sensualidad formal o la alegría activa, manual, de la pintura, el cine, la escultura o la música y garabatear patas de moscas (miles) a partir de una urgencia interior que, quizás, no le importa a nadie, que no sabemos si será o no compartidaTipo de ítem | Biblioteca de origen | Signatura | Estado | Notas | Fecha de vencimiento | Código de barras | Reserva de ítems |
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Fuera de préstamo |
11. BCA.HISTÓRICA - CÁDIZ
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Patrimonio Caja 372-14 (Navegar estantería(Abre debajo)) | Patrimonio bibliográfico | Depósito nº3 | 3745217774 |
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Al comenzar la década de los 60, novelistas sevillanos se incorporan al marco de la novela española. Y aquellos novelistas poseían una nota básica, diferencial, sobre la cual la casi totalidad de los narradores del Sur coincidirían después: el cuido por la escritura, la voluntad de estilo, el distintivo formal, características comunes que alentaron a ciertos críticos, ya en los años 70, a la denominación excesiva de "escuela de la mirada". En cierto modo escribir novelas significa una fuerte dosis de soledad, casi de locura o, al menos, de terca paciencia. Carlos Fuentes tiene razón: hace falta estar algo desnivelado de la azotea para encerrarse en una soledad que ni siquiera posee la sensualidad formal o la alegría activa, manual, de la pintura, el cine, la escultura o la música y garabatear patas de moscas (miles) a partir de una urgencia interior que, quizás, no le importa a nadie, que no sabemos si será o no compartida
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