Las páginas de este libro permiten observar el proceso histórico a lo largo del cual el Medioevo -cuyo legado es herencia forzosa para la Modernidad- llevó a los grupos peninsulares al nivel de las amplias y características comunidades, que se muestran ya interiorizadas en la conciencia de sus miembros, pero sin que hubieran solidificado fuertemente con el carácter excluyente del tipo de nación posterior a 1789. Ello dió lugar a un fenómeno que muchos quizá no entienden hoy: en la comunidad protonacional destaca su condición de planos de coexistencia superponibles, su complejo de relaciones de poderes distintos y más o menos formalmente articulados; en definitiva, su ineludible pluralismo.