El gigantesco imperio católico construido por los sucesores de los Reyes Católicos alcanzó una dimensión planetaria y fue longevo en el tiempo, abarcando su existencias varios siglos, sobre todo lo que respecta a los dominios americanos que todavía a principios del siglo XIX permanecían intactos. Sin embargo, en los escasos años que transcurrieron desde 1808 a 1826 todo se demoronó, convirtiendose el inmenso territorio transatlantico en un gran número de naciones independientes.