Güito, bailarín gitano, desde muy pequeño fue un “niño prodigio” del baile, del cine y la TV. Prohijado por Pilar López se educó en su Compañía de Danza y con ella viajó y triunfó en todo el mundo. Con 18 años ganó, en agosto de 1959 en París, el “Diploma al Mejor Bailarín del Mundo”: la más alta recompensa de la danza que por entonces concedía el Teatro de las Naciones de París. “Para hablar del tío Güito hay que quitarse el sombrero. Para poder definirlo, ser un gran poeta, y para entender su arte... nada. Con verlo bailar te estremece y lo entiendes todo. El tío Güito no tiene el arte de representar las cosas bellas, si no bellamente... las cosas. Sus brazos son alas que suplican libertad, sus piernas firmeza de raíces y principios, su cuerpo tronco de hierro templado, y su cabeza..., que pasará por su cabeza, que mira, mueve y conmueve, y hace que el viento obedezca. Su Soleá es solo de él, y él solo su compañero. Los dos juraron amor eterno, y prometieron ser guía de todo aquel que quisiera encontrar un buen camino. Pero no solo en el baile, en el cante te sorprende, y te dice soy Gitano... a ver si tú me comprendes... Por eso es y será, por y para siempre un grande. Porque su maestría es humilde y su humildad orgullosa, de saber que en nuestra historia quedará su nombre escrito. Y todo el que sea flamenco, y que lo ame un poquito, tendrá que saber quién es, quién fue y por siempre será, un bailaor de verdad...” (Juan Manuel Fernández Montoya, 'Farruquito')