La intervención francesa en favor de Fernando VII, 'una guerra de la que dependía el destino de la Monarquía francesa', fue pretexto y medio, en la vía de afirmación nacional, que el ministro Chateubriand se impuso como pauta a su paso por el gobierno, el que debiera ser primer acto de la vuleta sin complejos de Francia a la escena internacional, tras la caída del Imperio napoleónico. En ningún momento el gobierno de Luis XVIII pretendió imponer en España un régimen absoluto. Para el régimen posrevolucionario de los Borbones, sólo del rey emanaba la legalidad, sólo en él residía la soberanía; pero el monarca podía delegar parte de sus facultades, en un acto de 'libre y espontánea voluntad'. Tales fueron, los principios que animaron al rey de Francia: amnistía, olvido y concesión de instituciones al pueblo español, bajo el nombre que fuere, y que tuvieran por base una representación nacional. Pero Fernando VII no cumplió sus promesas y la intervención francesa se saldó con un rotundo fracaso.